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Reseña epistolada

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martes, 10 de febrero de 2015

Creer

Se miraron y el amor deambuló por sus bocas como colibríes hambrientos. Se amaron al atardecer después del trabajo sin saber qué era quererse. Presintieron desnudos su enfermedad en la fiebre del abrazo. Ella creyó al principio, él no. Hicieron las rutas comunes a todos los novios y trazaron otras en el papel para cumplir luego. Se hirieron. Él creyó después, ella no.

Alejandra

Llegué como viajero desprevenido a tu mundo profundo en las montañas. Desde el inicio tu presencia construyó mi estancia en esta pequeña tierra. Contigo recorrí estas callecitas empinadas y sentí el sol de tu piel en mi cuerpo. El tiempo pintaba obediente tus ausencias con unas lluvias grises inconsolables y bienvenidas de un sol como tu cabello. La noche en que te fuiste dejaste al pueblo sin ti y hoy ya no es mas que un nubarrón en mis ojos. Tu mirada clara ya no lo dibuja y los colores que un día me diste para pintar nuestra alegría permanecen guardados en un cajón. Este lugar fue una historia tuya y mía, ahora nuestro pueblo ya no existe más y yo sigo aquí habitando este lugar de otros.