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Reseña epistolada

Acabo de releer un cuento de García Márquez, del libro Doce Cuentos Peregrinos, a quienes considero lo mejor de este escritor, sin haber ab...

martes, 9 de abril de 2019

Guerra

Lo confieso, he mentido.
Alguna vez dije que no mato una mosca,
que soy agua mansa.
En ello he tenido algunos auspiciantes amigos
que intercambian promesas en mi corazón
y yo les dejo a cambio jugar a saber quién soy.

Pero esta mañana suspendí una tregua de meses
con las hormigas de mi cocina.
Fueron constantes los hostigamientos de su
parte y alguna vez se tomaron el mesón en
furia loca, cogiendo en boca y patas las
provisiones que ingenuamente he dejado por
allí, carentes de miedo alguno,  ya que la
vergüenza no asiste regularmente a las guerras.

Con el trapo de la cocina impregnado en
vinagre, de un manotazo, he asesinado a una
treintena de hormigas guerreras. No sin
antes haberles avisado la inminencia del
ataque con un temblor que desaté
pegándole al ¨pollo¨ con el puño para que
huyeran...

No quisieron irse y el desenlace fue
anotado por la historia personal de este
hombre que ahora siente vergüenza.

21 de julio de 2018

lunes, 22 de agosto de 2016

Reseña epistolada

Acabo de releer un cuento de García Márquez, del libro Doce Cuentos Peregrinos, a quienes considero lo mejor de este escritor, sin haber abordado mucho de su obra; bendita sea la ignorancia que a veces nos permite gozar sin preocupaciones. 

Sólo algunos de sus cuentos en la “Cándida Heréndira”, “El coronel no tiene quien le escriba” y uno que otro artículo suelto han hecho parte de mis lecturas, que suelen ser más preparativas que ejecutorias.

El cuento se llama “El avión de la bella durmiente” al que he puesto cuidadosamente en una carpeta de cartón junto a “La muerte del estratega” de Mutis, que pienso regalarle a una mujer que quiero, una mujer con la que me gusta hablar, aunque a veces tengamos que tocar la reiterada y aprendida rutina diaria, allí no escucho mucho lo que me dice si no que me quedo concentrado en sus labios.  Yo la escucho por nuevo y me puedo adormilar con los detallitos de su única voz, tan de ella, tan suya, tan un poquitico mía cuando me habla.



Los he impreso en una letra delgada que parece de maquina de escribir, por aquello del romanticismo, muy ligera a la vista y al viento previendo que los correos suelen extraviarse, así como los amores.  


23 de mayo de 2005 9:47 am. Retomado el 22 de agosto de 2016

jueves, 3 de marzo de 2016

Por detenerse

Quiero decirle cómo me resultan de incomprensibles
sus ojos bellos
y cómo la miro y la miro sin decidir nada
que resuelva esta quietud que tampoco entiendo.
Al cabo de un instante desisto,
salgo del frágil trance y vuelvo a lo mío.
Sin usted en mi vida.
No obsequian nada en este mundo por detenerse.

Evelio

Se llama Evelio, es un elefante gris de peluche y le gustan las flores. La primera vez que lo vi estaba oliendo algunas con su trompa afelpada. Nos caímos bien. Me hizo un favor inmenso que yo no supe agradecerle. No lo he vuelto a ver, espero que esté bien. Cuando pienso que puede estar prisionero en un cajón oscuro me entristezco por él ante la imposibilidad de ayudarlo. Evelio no tiene mi número, recientemente me mudé y no le pude contar. Lo que mas me da pena es que pueda estar por ahí, sin las flores que le gustan tanto, soportando el silencio. Evelio no es culpable del desamor. Fue mi mejor mensajero, le dijo que la quería. Hizo lo que pudo regordete como era. No sabes cuándo puede ser la última vez que veas a un amigo elefante de peluche que le gustan las flores.

Lo importante

No me parece bonito que seas el tema de mi inspiración. Estoy haciendo un trabajo importante pero te rehúsas a amoldarte en el estado del arte. Has sido caprichosa, no me ayudas. La asesora me ha preguntado quién eres y yo he tratado de justificarte. No me atrevo a sacarte del índice. He hecho concesiones, ya no estás en el título. En la introducción pondré que el investigador debe hacer lo que ama, no sé si será suficiente.

rituales

De la soledad me gusta que puedo
utilizar mi sombrero aguadeño dentro de
la casa sin justificarle a nadie mi ausencia
de sol y de campesino. De bailar
merengues noventeros con la escoba o
de enorgullecerme de mi linda voz
acompañando El triste de José José.
Montar en bus con el único propósito de
detenerme para ver por la ventana
moverse el mundo y reírme de él. Elegir
una muchacha para regalarle mi vida
mientras trastorna la esquina sin que
ninguna otra mujer juzgue mi corazón
fácil. En ella no tengo la obligación de ser
tu macho y me desilusiono a mí mismo
sin morirme de vergüenza. A solas hablo
de ti con Cortázar, Girondo, Sabines y
Benedetti. A solas estás conmigo y
no me cobras los errores. Son maravillosas
mis apariciones en soledad.

anoche llovió

Anoche llovió un ratico, como llueve adentro mío cada vez que me ataca un pensamiento tuyo. No dejan de ser habituales pero ahora los tomo como esas cosas que ya no se pueden corregir; con la calma de cierta aceptación después de que se acaban las lágrimas y el desasosiego. Ahora sólo me descompone un poco imaginarte feliz con otro, pero cuando vienen a mí esas angustias sacudo la cabeza para revolver todo adentro y desperdigar la idea durante unos segundos. Los pensamientos luego quieren formarse de nuevo pero cuando esto sucede yo repito muchas veces -estás muerta, estás muerta, estás muerta- y te vas volviendo transparente con ese otro que te besa hasta que desapareces por completo.

 Inútilmente he tratado de echarte la culpa, pero sospecho que así debían ser las cosas, que incluso, de no haber ocurrido la ruptura en ese entonces, sólo hubiese sido una momentánea postergación del final evidente. Ahora no estoy seguro de que ningún amor dure para toda la vida, son tan frágiles las conexiones ante esa monstruosa cantidad de estímulos que nos enredan la cabeza y la vida. Dicen por ahí que incluso el cuerpo biológicamente no resistiría más allá de un tiempo determinado la enorme cantidad de energía que demanda estar enamorado.

 Mira como son las cosas, cómo trato todos los días de hallar las justificaciones para respaldar la imposibilidad de lo nuestro y así poder volver a estar tranquilo. Yo no sé si feliz.