Lo confieso, he mentido.
Alguna vez dije que no mato una mosca,
que soy agua mansa.
En ello he tenido algunos auspiciantes amigos
que intercambian promesas en mi corazón
y yo les dejo a cambio jugar a saber quién soy.
Pero esta mañana suspendí una tregua de meses
con las hormigas de mi cocina.
Fueron constantes los hostigamientos de su
parte y alguna vez se tomaron el mesón en
furia loca, cogiendo en boca y patas las
provisiones que ingenuamente he dejado por
allí, carentes de miedo alguno, ya que la
vergüenza no asiste regularmente a las guerras.
Con el trapo de la cocina impregnado en
vinagre, de un manotazo, he asesinado a una
treintena de hormigas guerreras. No sin
antes haberles avisado la inminencia del
ataque con un temblor que desaté
pegándole al ¨pollo¨ con el puño para que
huyeran...
No quisieron irse y el desenlace fue
anotado por la historia personal de este
hombre que ahora siente vergüenza.
21 de julio de 2018