Acabo
de releer un cuento de García Márquez, del libro Doce Cuentos Peregrinos, a quienes considero
lo mejor de este escritor, sin haber abordado mucho de su obra; bendita sea la ignorancia que a veces nos permite gozar sin preocupaciones.
Sólo algunos de sus cuentos en la “Cándida Heréndira”, “El coronel no tiene
quien le escriba” y uno que otro artículo suelto han hecho parte de mis
lecturas, que suelen ser más preparativas que ejecutorias.
El cuento se llama
“El avión de la bella durmiente” al que he puesto cuidadosamente en una carpeta
de cartón junto a “La muerte del estratega” de Mutis, que pienso regalarle a
una mujer que quiero, una mujer con la que me gusta hablar, aunque a
veces tengamos que tocar la reiterada y aprendida rutina diaria, allí no escucho mucho lo que me dice si no que me quedo concentrado en sus labios. Yo la escucho por nuevo y me puedo adormilar con los detallitos de su
única voz, tan de ella, tan suya, tan un poquitico mía cuando me habla.
Los
he impreso en una letra delgada que parece de maquina de escribir, por aquello del romanticismo, muy ligera a la vista y al viento previendo que los correos suelen extraviarse, así como los amores.
23 de mayo de 2005 9:47 am. Retomado el 22 de agosto de 2016