Cojo el bus en la avenida del río y no hay pierde, por allí todas las busetas en ese carril van para el centro de la ciudad, aunque esté sin gafas la verde me deja más cerquita. No monto en la versión del "Transmilenio" capitalino para Manizales porque siento que no viajo sino que soy transportado. Es delgada la línea entre objeto y sujeto, cuando de transporte de servicio público se trata. Además, aunque mis traslados sean cortos quiero pensar que siguen siendo un viaje, una aventura. El lugar propicio para interrogarte, para tomar decisiones, para recriminarse, extrañar a la mujer que no está contigo o para no pensar en nada, arrullado por el vaivén del vehículo, que sucede la mayoría del tiempo...
12 de octubre de 2011
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