El hecho fue el siguiente: Ella, mujer adolescente bien formada (lindas nalgas), bella, afirmaba en su muro de curiosidades algo como que le daba risa, hasta el punto de no soportar sus esfínteres, el que la gente intentara hacerle daño. Inmediatamente a mi sensible y natural personalidad le llamó la atención una afirmación tan valiente, incluso hasta el punto de la arrogancia y no pude dejar de anotarle mi opinión, sentida claro está, al respecto. Mis palabras buscaron comunicarle algo como que el dolor está latente a lo largo de nuestras vidas. Le dije, que a pesar de los años todavía me dolía el desamor, el irrespeto, el seño fruncido de quien se ofusca conmigo, y otras cositas más. Pensaba que iba a abrir un poco su punto de vista con mis palabras, pero ella, con su natural inmortalidad de mujer bella y joven, dio un contundente punto final a mi observación diciéndome que entonces porque no daba fin a mis a días con tanto sufrimiento. Al principió me dolió, sufrí mucho mucho, pero después comprendí que aquellas palabras provenían de un ser coherente con su ciclo biológico. La juventud es lo opuesto a la conciencia mayor de la muerte, del dolor, del sufrimiento, incluso si sufren los jóvenes no reflexionan sobre ello como lo hacemos los adultos. Y me callé la boca de adulto.
13 de octubre de 2011
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